La diabetes mellitus, también conocida como diabetes sacarina, es una de las enfermedades crónicas mçs frecuentes. En la actualidad en Alemania hay 8 millones de personas que padecen esta enfermedad, y la cifra va en aumento (Hauner, 2007).
Nuestro cuerpo necesita para funcionar energía que encuentra en los alimentos que tomamos. Una vez ingeridos, el organismo los divide en sus distintos componentes, los transporta a las células y, una vez allí, los transforma en energía. En este proceso la glucosa tiene una gran importancia. La glucosa es el componente mçs pequeño del azúcar que llega a las células a través de la sangre. Una vez en las células, se precisa la insulina que produce el pçncreas. La insulina tiene una función clave, porque abre las células a la glucosa para que, una vez dentro de ellas, puedan asimilarla. Este proceso puede compararse con el "principio de la llave y la cerradura":
la insulina (llave) abre las células (cerradura) para que la glucosa de la sangre pueda llegar a su interior. En las personas que padecen diabetes este ciclo se altera, porque no se produce insulina, o la que se produce es insuficiente o algunas células son resistentes a la acción de la insulina. Como consecuencia, la glucosa sigue circulando en la sangre y la glucemia sube por encima del valor normal. Se habla de diabetes cuando la glucemia basal supera los 110 mg/dL (Directrices prácticas de la sociedad alemana de diabetes, DGG, sangre total capilar). En la actualidad la glucemia puede medirse cómodamente utilizando un medidor de glucemia en la sangre total capilar en la yema del dedo. El nivel de glucosa en sangre se puede medir cómodamente con un medidor de glucemia.