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La diabetes, también conocida como diabetes mellitus, es una enfermedad metabólica crónica en la que el cuerpo tiene problemas para regular los niveles de glucemia. Los niveles de glucemia de un cuerpo sano se controlan mediante la hormona de la insulina producida por el páncreas. En el caso de la diabetes, la producción de insulina se ve afectada, debido a la diabetes tipo 1, o las células no responden adecuadamente a la insulina. Por lo tanto, la insulina no puede ejercer su efecto y se trata de una diabetes tipo 2.
Para funcionar nuestro organismo necesita energía, que encuentra en los alimentos que tomamos. Una vez ingeridos, el organismo los divide en sus distintos componentes, los transporta a las células y, una vez allí, los transforma en energía. En este proceso la glucosa tiene una gran importancia. La glucosa es el componente más pequeño del azúcar que llega a las células a través de la sangre.
Una vez en las células, se precisa la insulina que produce el páncreas. La insulina tiene una función clave, porque abre las células a la glucosa para que, una vez dentro de ellas, puedan asimilarla. Este proceso puede compararse con el «principio de la llave y la cerradura», en el que la insulina (llave) abre las células (cerradura) para que la glucosa de la sangre pueda llegar a su interior.
En las personas que padecen diabetes este ciclo se altera, porque no se produce insulina, o la que se produce es insuficiente o algunas células son resistentes a la acción de la insulina. Como consecuencia, la glucosa sigue circulando en la sangre y la glucemia sube por encima del valor normal. Se habla de diabetes cuando la glucemia basal supera los 110 mg/dL (o 6,1 mmol/L).
Hay distintos tipos de diabetes. Los dos tipos más importantes son: la diabetes tipo 1, que se diagnostica sobre todo en la juventud (menos de 40 años) y la tipo 2, conocida anteriormente como diabetes en edad madura, y que hoy afecta al 90-95 % de todas las personas que padecen diabetes.
En la diabetes tipo 1, el organismo deja de producir insulina. El sistema inmunitario del organismo destruye las células beta del páncreas que se encargan de producir insulina.
Esta destrucción hace que la producción de insulina se vaya reduciendo hasta desaparecer. La diabetes tipo 1 se manifiesta cuando se ha destruido entre el 80 y el 90 % de las células beta. Esta reacción se produce a menudo durante la infancia o la adolescencia. En estos casos, un tratamiento con insulina resulta vital. Los expertos
creen que este tipo de diabetes tiene su origen en factores genéticos o en virus.
El principio de la llave y la cerradura no funciona correctamente. No se produce insulina (llave). Las células (cerradura) no se abren para absorber la glucosa.
La diabetes tipo 2 es la forma más común de esta enfermedad. El número de enfermos aumenta en Alemania un 5 % al año, sobre todo entre los niños y adolescentes (Hauner, 2007).
La diabetes tipo 2 se caracteriza por un trastorno de la resistencia a la insulina y de la segregación de esta hormona.
Con el paso del tiempo, las células se vuelven cada vez más insensibles a la insulina, lo que hace que se pueda absorber menos glucosa de la sangre. Las células beta del páncreas intentan compensar la menor absorción de las células aumentando la producción de insulina, lo que, sin embargo, no puede impedir el aumento de la glucemia. Este aumento de la producción por parte de las células beta hace que, a largo plazo, se agoten.
Los factores medioambientales y, sobre todo, de estilo de vida son determinantes para la aparición de esta enfermedad. El factor más importante es el sobrepeso. El riesgo de enfermar de diabetes aumenta conforme aumenta el peso. Otros factores importantes son una mala alimentación y la falta de ejercicio físico, pero también una predisposición genética.
El principio de la llave y la cerradura no funciona correctamente. La «llave» de la insulina se produce pero ya no encaja en la «cerradura», ya que las células ya no reaccionan correctamente a la insulina.
Los primeros síntomas suelen aparecer rápidamente:
Además, a menudo se observa una reducción del rendimiento y una fuerte pérdida de peso. A esto se añaden síntomas como el cansancio y trastornos visuales y de concentración.
En el estadio inicial de la diabetes tipo 2 la mayoría de los pacientes no presenta ningún síntoma, o presenta síntomas inespecíficos, por lo que el diagnóstico suele ser fruto de la casualidad en el marco de un examen rutinario.
Entre los síntomas cabe mencionar:
El aumento de la sed y de la urgencia urinaria no suelen ser típicos de esta forma de diabetes. No se pierde peso rápidamente, sino que más bien aumenta la sensación de hambre y, con ello, el peso. Dado que para la aparición de la diabetes tipo 2 son decisivos factores medioambientales y de estilo de vida, el tratamiento de esta enfermedad se puede reforzar y potenciar tomando medidas concretas que afectan a la vida del paciente.
En primer lugar, se intenta reducir el nivel de glucosa cambiando hábitos importantes.
En el tratamiento contra la diabetes de tipo 2 resulta fundamental:
Cambiando la alimentación y haciendo mçs ejercicio físico, las células de nuestro organismo pueden volver a asimilar más insulina, lo que reduce la glucemia. Si con estas medidas no se consigue reducir la glucemia, se precisarán tratamientos adicionales con medicamentos (pastillas o insulina).